NAMIBIA: ZAPATILLAS Y ANILO DE MADERA … EL DESIERTO ME TRAJO MARIDO!

NAMIBIA: ZAPATILLAS Y ANILO DE MADERA … EL DESIERTO ME TRAJO MARIDO!

En abril de 2011 fuimos con Coco, con quien ya vivíamos juntos, a un viaje por Sudáfrica y la frutilla del postre: un safari por Namibia en grupo! El safari lo queríamos en su versión más auténtica, nada de lujos… queríamos carpa, naturaleza, autenticidad absoluta.


Cronograma diario: sin importar a dónde emprendiéramos la marcha. 6 am (como tarde) toque de diana, cada uno a desarmar su carpa y en rápida fila para el desayuno…. No se admitían demoras. Al llegar, nuevamente cada uno armaba su carpa y así día a día. Pero en el entremedio vimos millones de cosas.


El grupo humano con el que nos tocó compartir este viaje, fue increíble. Creo que es parte del viaje en modo carpa, safari, o cualquier cosa que nos aleje de las comodidades simples y diarias a las que estamos acostumbrados: una cama, una ducha, un baño! Nada de eso existe en un plan así.
Describir Namibia en un solo post es realmente imposible, así que sólo cuento algunas cosas hoy: la foto de espaldas (un must que Coco y yo cumplimos religiosamente en ciertos lugares) es en el Fish River Canyon o Cañón del Río Fish, uno de los más largos del mundo.
Otro día subimos todos juntos a ver el amanecer (ese día la diana sonó a las 3 am) a la Duna 45, que la ven en fotos, cuando ya habíamos subido, costosamente, en medio de una tormenta de arena. Detalle: si algún día se encuentran en medio de una tormenta de arena, cierren la boca! Ya sé que parece obvio y seguro lo es para todos ustedes más despiertos que yo, pero yo subí hasta la mitad a los gritos de “me entra arena!!” con una amable devolución grupal de “Cerrá la boca!” en todos los idiomas que puedan imaginar.


El desierto desde ya, está lleno de dunas, si bien Duna 45 es la más famosa, pero en otra hicimos sunboard y fue muy muy divertido… ni idea a qué velocidad bajábamos pero era lo suficientemente rápido como para producir adrenalina. Ah! Aprendo rápido… cada vez que me tiré, cerré la boca.

Visitamos una verdadera tribu aborigen que vive apartada y fue toda una experiencia. Estoy lejos de ser Angelina Jolie, no por falta de altruismo, que ella debe tener sin dudas, sino porque si bien todos se desvivían por sacarse fotos con bebés a upa, a mí eso me incomodó. Tengo que reconocer que ése fue el único día en que me fui y me quedé sentada tranquila en una piedra, porque a pesar de que la experiencia fue interesante, con tomarme una foto y observar realmente (tampoco la lente nos debe impedir nunca vivir el momento), me resultó suficiente…. Exagerar eso me incomodaba, porque pensaba en algo simple… a mí no me gustaría que vinieran a sacarse fotos conmigo por considerarme alguien extraño o diferente.  
De yapa les dejo dos fotos del fin de viaje, que contaré más adelante, donde finalmente llegamos al Parque Nacional Etosha!


Ahora, y perdonen mi desprolijidad en ir y volver en el relato… el desierto me trajo marido!!! Una noche dormíamos totalmente a la intemperie, nada de carpa; bolsita de dormir y a elegir unas piedras luego de escalar una montaña donde cada uno quisiera pasar la noche…. Coco y yo subimos a nuestra piedra, y cuando finalmente llegamos se levantó un viento huracanado, yo ya enfundada en mi bolsa de dormir veo que Coco, contra viento (y no marea, que no era el caso), intentaba a toda costa encender una fogata… le pedí que desistiera porque era imposible… pero estaba empecinado.. cuando finalmente brotó algo así como una llamita digamos, Coco se arrodilló (esta parte él la niega frente a nuestros conocidos, pero como quien escribe soy yo… cuento mi visión) y me dijo la tannnn conocida frase: “Te querés casar conmigo?”… realmente pensé que me hablaba de cortarnos un dedo, mezclar nuestra sangre y casarnos bajo algún ritual africano y así se lo dije, “Ahora? Acá? Bajo qué rito?” la cara de Coco!!! “No, el año que viene cuando volvamos a Buenos Aires, por iglesia civil con nuestros amigos y familia….” En fin…. Tuve que pedirle que rebobine porque había entendido mal, tan mimetizada estaba con el lugar. Mi respuesta fue un rotundo “Sí”.
Acto seguido…. Se desató un diluvio que nos obligó a todos los que estábamos desperdigados por las distintas montañas a bajar al camión, buscar nuestras carpas y armarlas rápidamente para pasar la noche. Hacía 40 años que no llovía en ese desierto: y les puedo asegurar que, casamiento más lluvia, sí es sinónimo de suerte: Coco es, en todos los sentidos, mi compañero de viaje ideal. 
Por qué creo que me pidieron casamiento en ese viaje? Fácil: porque la experiencia que te aleja de tus comodidades diarias te obliga a ser generoso y compañero con el otro, muestra en cierta forma la verdadera esencia de uno, no existe maquillaje y el lado luminoso (u oscuro) de uno sale a luz.


El grupo que formamos todos juntos fue tan lindo, que de hecho nos organizaron una fiesta de compromiso (jamás pensé que iba a tener una!) nos entregaron tarjetas y tortas, y a nuestro casamiento en Buenos Aires, viajó una gran amiga sudafricana que conocimos ahí: Antoinette Stapelberg! 

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *